TECNOLOGÍA

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– Un experimento español consigue retransmitir palabras mentalmente a larga distancia

Javier Salas  26/sep/2014

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El pasado 28 de marzo se produjo uno de los saludos más peculiares de la historia. En la impronunciable ciudad india de Thiruvananthapuram alguien pensó “hola” y este pensamiento llegó directamente al cerebro de otra persona sentada en un laboratorio de Estrasburgo, a unos 7.700 kilómetros de distancia. Más tarde, probó a decirle “ciao” con idéntico resultado: por primera vez, dos cerebros se saludaban directamente y de forma consciente, gracias a las nuevas tecnologías de interacción con el cerebro humano. “Tan solo es un humilde primer intento de comunicación entre cerebros”, admite el barcelonés Giulio Ruffini, líder del experimento que ha permitido probar, aunque todavía de forma rudimentaria, que la tecnología ya permite la comunicación telepática.

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El pensamiento se envía en código binario y se convierte en ‘flashes’ visuales al llegar a la corteza cerebral del receptor

Los pensamientos del sujeto emisor que estaba en la India, leídos como pulsos eléctricos, se codificaron para transmitirse por internet hasta un aparato que vuelve a convertir esa señal en pulsos que producen una descarga electromagnética sobre la corteza cerebral del receptor, ubicado en Estrasburgo. Como reconoce Ruffini, estos primeros pasos son todavía muy tímidos y necesitaron de varios elementos intermedios para establecer esa comunicación entre cerebros. El sujeto emisor lo que hizo realmente fue pensar “hola” en lenguaje binario, esas ristras de unos y ceros que, en función de su orden y longitud, sirven para representar cualquier información.

Así, el hombre que pensó “hola” en realidad saludó a su interlocutor pensando uno a uno los impulsos que se corresponden con los 1 y 0 que se necesitan para componer esa palabra en binario: 01101000 01101111 01101100 01100001. Al enviar un 1 al cerebro del receptor (que tiene los ojos vendados), el aparato provoca que sus neuronas le hagan ver un flash, una mancha luminosa llamada fosfeno, provocada por la descarga en su corteza.

Según explica Ruffini, este instrumento colocado en la parte posterior de la cabeza, crea un campo eléctrico, un pulso en el córtex que hace que “las neuronas se disparen, una especie de reflejo como cuando te dan un golpecito en la rodilla”. Si no se produje ese reflejo visual, se cuenta un 0, y la operación se repite hasta completar todos los elementos de cada palabra. Desde que el emisor envía su pensamiento hasta que el receptor lo percibe transcurren unos 30 segundos.

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Hacia la conexión entre cerebros

“Es un primer intento en la dirección de unir cerebros telepáticamente, por decirlo así”, resume Ruffini, líder del experimento y responsable de la empresa Starlab, una de las tres que han participado en este trabajo junto a investigadores de las universidades de Barcelona y Harvard. Para realizar este trabajo, que se ha dado a conocer en PLoS ONE, se han usado tecnologías como un casco transmisor de actividad cerebral por bluetooth, que registraba en electrodos los pensamientos del emisor: si pensaba en mover las manos leía un 1 y si pensaba en mover los pies entendía un 0, y enviaba esa señal. “Es la prueba de que es posible”, explica el investigador barcelonés, “ahora toca ir descubriendo maneras más elegantes de realizar la comunicación”.

Suena a ciencia-ficción, pero es posible y vale la pena seguir intentándolo”, asegura Ruffini

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El experimento actual es más tosco al realizarse de forma no invasiva, es decir, sin intervenir directamente en los cerebros que hablan entre sí: con implantes todo es más sofisticado y efectivo (pero también más arriesgado) como se ha comprobado al conseguir que un macaco moviera la extremidades de otro al conectar sus cerebros. El año pasado, científicos de la Universidad de Washington se enviaron señales de movimiento de un cerebro a otrousando un sistema similar al que se usó entre Thiruvananthapuram y Estrasburgo, logrando que un sujeto activara el dedo de otro.

Para el equipo de Ruffini la comunicación directa entre cerebros y entre el cerebro humano y los ordenadores se producirá en “un futuro no tan lejano”. “En una reunión, se produce una comunicación entre cerebros a través de elementos periféricos como las palabras, los gestos, los sonidos. Es una red de trabajo muy pobre e ineficiente: al conectar directamente los cerebros crecerá exponencialmente el grado de comunicación”, asegura el investigador, quien sugiere que uno de los siguientes pasos en los que experimentar podría ser la transmisión directa de emociones. “Suena a ciencia-ficción, pero es posible y vale la pena seguir intentándolo”.

Fuente:

http://elpais.com

‘FACTUM-ARTE’ DIGITALIZA LAS OBRAS CON ESCÁNERES

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En el libro Las ciudades invisibles de Italo Calvino aparece Zirma, la ciudad en la que de todas las cosas, siempre hay al menos dos: ciegos duplicados que gritan a las multitudes, locos redundantes asomados a las cornisas de todos los rascacielos, pumas que se repiten mientras les pasean las muchachas. Quizás haya poco en Zirma pero lo que hay se multiplica como si estuviera en una sala de espejos. Y cuando el visitante deja atrás sus muros, la recuerda.

La realidad sin embargo es, ¡ay!, mucho más austera y lo que hay, sobre todo si se trata del patrimonio cultural y artístico, no es inmune al paso del tiempo ni a la mano del hombre: envejece, enferma, desaparece… Las pinturas pierden parte de sus colores, las esculturas su fortaleza, los conjuntos monumentales se desperdigan entre museos. O caen en manos de especialistas como los que se dice que frotaron las esculturas que Lord Elgin había mandado arrancar de la Acrópolis de Atenas con cepillos de púas de acero para que se vieran más blancas.

Nuestra intención es añadir valor a la obra original, no es ese concepto tan habitual de una reproducción en serie o de una falsificaciónY no estamos en Zirma, aquí no hay dobles que hagan de la pérdida algo remediable. ¿O quizás Calvino intuyó el futuro?

Desde el mes de abril el poderoso faraón Tutankamón dispone de dos tumbas en el Valle de los Reyes en Luxor (Egipto). La primera tiene unos 3.000 años de antigüedad y antes de la primavera árabe era visitada por unos mil turistas al día, condiciones para las que obviamente no fue construida y que llevaron al Consejo Supremo de Antigüedades egipcio a anunciar su cierre por razones de conservación, aunque a día de hoy sigue abierta. La otra, junto a la casa de Howard Carter, de las mismas dimensiones, texturas y colores pero fabricada en fibra de vidrio y resina en una nave del madrileño barrio de Ciudad Lineal.

La primera albergó el cuerpo del difunto en su camino al más allá. La segunda sorteó todo tipo de obstáculos muy propios del más acá -accidentes de coche, la densa burocracia, el calor, el polvo del desierto-, para que la morada eterna original pueda seguir siéndolo.

El mundo duplicado

Factum Arte es la madre de la tumba, una empresa española que desde el año 2001 se dedica al desarrollo y uso de tecnologías de escaneado digital en dos y tres dimensiones en alta resolución y a la producción de facsímiles para la preservación del patrimonio cultural y artístico. Las oficinas centrales están en Madrid, con sedes en Londres, Bolonia y Milán, y han trabajado con muchos de los museos más importantes del mundo: el Museo del Prado, el Museo Británico, el Reina Sofía, el Louvre, el Pérgamo, la Biblioteca Nacional…

La idea de Factum es a priori sencilla: digitalizan las piezas con escáneres, transformando las cualidades del relieve de una obra como el color, tono o brillo, la esencia de la superficie, el alma si se quiere, en datos digitales en alta resolución. Una transformación virtual que asegura que la información de la obra vivirá, en principio, para siempre.

Después entran en juego los artesanos digitales que procesan estos archivos para una posible vuelta al mundo material a través de diferentes soportes como la famosa impresión 3D u otras tecnologías llamadas de fresado. La posibilidad de que el arte no sea sólo recordado, como la ciudad de Zirma, sino que pueda ser disfrutado en el futuro en caso de que el original no sobreviva el camino. Pieles nuevas, facsímiles tan convincentes que sólo se distinguen de los originales si se les toca. Algo que, por supuesto, sólo puede hacerse con copias.

“Nuestra intención es añadir valor a la obra original, no es ese concepto tan habitual de una reproducción en serie o de una falsificación. En nuestro caso el facsímil es único y para un fin muy concreto: razones de conservación, de repatriación de objetos disgregados, la devolución de objetos a su contexto original… Al final se pone tanto esfuerzo, tanta tecnología y es necesario tanto conocimiento del original que el resultado no lo menosprecia, digamos, sino que permite que la propia originalidad de la obra sea algo fructífero y que genere otras obras también con interés”, explica Carlos Bayod, arquitecto y director del departamento de escaneado láser tridimensional de Factum Arte.

La visión de Lúcida

La idea, decíamos, es fácil pero en la práctica gran parte de los escáneres,software y sistemas de impresión necesarios para esta doble transformación virtual-material no existen y han tenido que ser desarrollados ex profeso. En el caso de la tumba de Tutankamón, por ejemplo, adaptaron los sistemas de digitalización para trabajar en las reducidas dimensiones de la cámara sepulcral del faraón -por no hablar del polvo o el calor que hacía allá dentro-, lo que les condujo a Lúcida, un escáner láser 3D desarrollado por el artista Manuel Franquelo, co-fundador de Factum Arte.

Con Lúcida han digitalizado la tabla El Triunfo de la Iglesia sobre la Idolatría de Rubens y el Hereford Mappa Mundi“Lúcida es un sistema más ligero, fácil de transportar y capaz de obtener información sobre cualquier superficie ya sea muy reflectante como el metal, una obra muy oscura, o con mucho brillo…”, explica Bayod, que trabajó junto a Franquelo en su desarrollo. Generalmente, el equipo utiliza dos sistemas: los llamados escáneres de luz blanca que captan los volúmenes de esculturas y los tipo láser, parecidos a los lectores de códigos de barras de los supermercados, que utilizan en el caso de pinturas.

Con Lúcida han digitalizado la tabla El Triunfo de la Iglesia sobre la Idolatríade Rubens en el Museo del Prado y el Hereford Mappa Mundi, el mapa medieval más grande de Inglaterra que vive resguardado en una vitrina que sólo se abre un par de días al año en la catedral de la ciudad de Hereford. Y si sale adelante la nueva fase del trabajo en la Necrópolis de Tebas, Lúcida viajará a Egipto para trabajar en las tumbas de Seti I y Nefertari, éstas sí cerradas al público por razones de conservación.

La documentación y una posible reproducción en forma de facsímil de estas tumbas sería “una buenísima noticia para el turismo en Egipto”, según Bayod. “De momento estamos en conversaciones con su gobierno pero va a ser necesaria la colaboración de más entidades para sacar adelante la financiación de un proyecto como éste”, añade.

Y siguen sus invenciones. En colaboración con el escultor indio Anish Kapoor desarrollaron una impresora 3D en cemento que al perecer tuvo un efecto curioso: aunque estaba programada para seguir un cierto recorrido, al ir depositando el cemento fresco, éste experimentaba sus propias leyes, la gravedad hacía que se deformara y al final se encontraron con una mezcla entre ordenada y caótica. Para imprimir la obra del fotógrafo ruso Boris Savelev idearon una impresora plana multicapa en color capaz de trabajar con varias capas de impresión, una especie de imprenta Photoshop, dando imágenes con más textura.

El taller de Leonardo

Factum Arte cuenta con unos cuarenta empleados entre ingenieros, arquitectos, desarrolladores de software, pintores, escultores, historiadores, doradores… Un auténtico taller como el de Leonardo da Vinci donde la ciencia se mezcla con el arte, la ingeniería… Tecnologías punteras conviviendo con técnicas artesanales tradicionales.

Para Adam Lowe, su director y fundador: “El trabajo realizado es el resultado de una constante investigación basada en el supuesto de que la originalidad no es un estado fijo sino un proceso, que cambia y se profundiza con el transcurrir del tiempo. La importancia de una obra de arte se pone de manifiesto por su capacidad para reflejar la evolución de las ideas y valores que condicionan su apariencia y la forma en que la percibimos”.

La exposición Las artes de Piranesi que recientemente se exhibió en el CaixaForum de Madrid, refuerza este concepto de originalidad. Los tecnólogos-artistas esculpieron escrupulosamente consoftware de modelado digital un buen número de objetos – candelabros, trípodes, sillas, chimeneas, adornos, apliques, jarrones…- que el artista Piranesi concibió en bocetos pero nunca llegó a ver materializados.

No hablamos pues de copias, sino de originales que sólo existían en forma de grabados y en la mente del artista materializados varios cientos de años después.

Otro ejemplo representativo es el facsímil de Las bodas de Caná del pintor italiano Paolo Veronese. El original cuelga en la misma sala que La Gioconda en el Museo del Louvre. No obstante, su primera morada fue el convento de San Giorgio en Venecia, donde permaneció unos 200 años hasta que fue robada por Napoléon durante la Campaña de Italia. Los expertos digitalizaron el original y después fabricaron el facsímil de manera que el conjunto original puede hoy contemplarse tal y como fue concebido en la mente del artista. Pero sabiendo, también, que se trata de una copia.

Fuente:

http://www.elconfidencial.com

TECNOLOGÍA  De momento ha sido probado sólo en animales

Un chip inalámbrico para prevenir y tratar enfermedades desde dentro del cuerpo

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Comparación del tamaño del nuevo dispositivo sin cables, a la derecha, con el de cápsulas y comprimidos de fármacos.

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El uso de dispositivos electrónicos colocados dentro del cuerpo humano con fines médicos se perfila como una terapia prometedora. Desde hace años, laboratorios de todo el mundo trabajan en el desarrollo de estos implantes, que ya están siendo utilizados con resultados esperanzadores, por ejemplo, en pacientes con enfermedades neurodegenerativas.

Pero como ocurre con muchos de los dispositivos electrónicos que usamos en nuestra vida diaria, uno de los obstáculos de estos implantes es el suministro de energía. Normalmente llevan baterías que deben sustituirse cada cierto tiempo mediante una nueva intervención, una desventaja para la que un equipo de ingenieros de la Universidad de Stanford (EEUU) propone una alternativa en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

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El equipo liderado por John Ho ha desarrollado un dispositivo electrónico muy pequeño, con un tamaño equivalente al de un grano de arroz, que es alimentado mediante un sistema inalámbrico basado en ondas electromagnéticas que cuenta con otro elemento externo. Este segundo dispositivo, parecido a una tarjeta de crédito, se coloca sobre la piel del paciente en la misma zona en la que se encuentra el implante interno para recargarlo.

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De momento, se trata de un prototipo que sólo ha sido probado en animales (en concreto, en un cerdo y en un conejo, al que se le implantó un minúsculo marcapasos). Según explican los autores, ya están preparando los ensayos con humanos y en breve solicitarán los permisos para llevarlos a cabo, por lo que incluso aunque estas pruebas tengan éxito, aún pasarían bastantes años antes de que se aplicaran en pacientes.

El equipo de Stanford sostiene que los implantes electrónicos podrían suponer una alternativa a las terapias con fármacos, aportando la ventaja de que el dispositivo actuaría de forma localizada, es decir, sólo en el área deseada y no de forma generalizada como la mayor parte de los medicamentos. Pero las relativamente voluminosas baterías que llevan muchos de los dispositivos médicos disponibles en la actualidad, añaden, están impidiendo que su uso se extienda:«Tenemos que hacer que estos dispositivos sean tan pequeños como sea posible para implantarlos de una forma más sencilla en el cuerpo y desarrollar nuevas formas de tratar enfermedades y aliviar el dolor», afirma la investigadora Ada Poon, coautora de este trabajo, en un comunicado.

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En su opinión, esta tecnología podrá usarse también para desarrollar sensores que monitoricen funciones vitales desde dentro del organismo, para estimular y modificar señales neuronales en el cerebro o suministrar fármacos de forma localizada.

Ondas electromagnéticas

El nuevo sistema se basa en la tecnología de las ondas electromagnéticas, que llegan al dispositivo interno a través de la piel utilizando una potencia equivalente a la de un teléfono móvil. Afirman que su implante médico es seguro para la salud basándose en el examen que ha hecho un laboratorio independiente a la Universidad de Stanford que se encarga de medir las emisiones de los teléfonos móviles, y que concluye que los niveles de emisiones están por debajo de los que se consideran seguros para la salud humana.

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Los autores de este trabajo desarrollaron un sistema wireless para recargar baterías usando un tipo de onda electromagnética que denominan de medio alcance. Aúna las ventajas y evita algunos inconvenientes de las ondas de campo lejano, que son capaces de recorrer largas distancias y se usan habitualmente en retransmisiones de radio, y las de campo cercano, utilizadas en implantes auditivos: «Combinan la seguridad de las ondas de campo cercano, que son inocuas y se usan en audífonos, con el largo alcance de las ondas de campo lejano», resume por teléfono Francisco Ruiz Mateas, presidente de la sección de Estimulación Cardíaca de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).

Marcapasos y desfibriladores

Por su parte, Julián Villacastín, director del Instituto Cardiovascular del Hospital Clínico San Carlos (Madrid) y especialista en arritmias, considera que «se trata de un trabajo muy sólido aunque preliminar». Señala que los marcapasos actuales han mejorado mucho ya ofrecen muy buenas prestaciones, son muy pequeños (miden menos de10 centímetros cúbicos) y ligeros (pesan 20 gramos). Sus baterías duran entre ocho y 14 años en función del consumo que haga cada paciente y se utiliza la telemetría para mandar las órdenes al dispositivo.

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Aunque afirma que en el 1-2% de las intervenciones para cambiar la batería del marcapasos (también se sustituye el software y el hardware) se producen infecciones que obligan a sustituir todo el dispositivo (incluyendo el cable, que es la parte más complicada), considera que «el reemplazo no siempre es un inconveniente», pues se realiza con una intervención sencilla, con anestesia local, y se aprovecha para mejorar sus prestaciones incorporando los avances tecnológicos. “Como ocurre con los coches, van incorporando tecnologías diferentes y avances. A veces no hace falta cambiar todo el aparato, sólo el sistema operativo”, explica en conversación telefónica.

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No obstante, el cardiólogo considera que el nuevo sistema de recarga inalámbrica puede ser de gran utilidad en los dispositivos que necesitan mucha energía, como los desfibriladores que llevan implantados pacientes con arritmias: «Son como una UVI móvil y los usamos cuando el corazón va muy rápido y no podemos controlar las arritmias. Sería muy interesante poder transmitir energía desde fuera sin cambiar el dispositivo», añade.

Su colega Francisco Ruiz también cree que este sistema no tendrá un gran impacto en los marcapasos actuales: «Quizás en el futuro pueda tener su utilidad para recargar baterías en los marcapasos sin cables que están empezando a ser implantados en España en ensayos clínicos, y cuyos primeros resultados se van a presentar esta semana en un congreso en Sevilla», señala.

Asimismo, el cardiólogo considera que el nuevo sistema de recarga podría ser útil en dispositivos como el Holter inyectable (que desde la pared del tórax recoge el electrocardiograma de un paciente durante varios años) así como para neuroestimuladores cerebrales o para monitorizar funciones vitales.

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VIGILAR EL ESTADO DE SALUD

Los dispositivos incorporados a la ropa o los que se colocan directamente sobre la piel permiten ya controlar algunas de nuestras constantes vitales y enviar la información a un ordenador. Los implantes electrónicos que ya están desarrollándose para ser colocados en el interior de nuestro organismo permitirán monitorizar de manera permanente muchos otros parámetros. El nuevo sistema de recarga diseñado en la Universidad de Stanford tendrá en estos dispositivos electrónicos una de sus principales aplicaciones, según sus creadores. El cardiólogo del Hospital Clínico San Carlos Julián Villacastín afirma que pronto veremos una oleada de estos microdispositivos de vigilancia, que ya están en marcha: «Los llevaremos dentro del cuerpo y observarán nuestro organismo continuamente. Por ejemplo, monitorizarán el ritmo cardiaco, su rapidez y variabilidad, que nos da mucha información; la acumulación de líquido en los pulmones o la cantidad de ejercicio que hace un paciente. Toda esta información nos permitirá saber si algo va mal antes de que el paciente lo note, de manera que podremos adelantar los tratamientos”, explica.

 Fuente que utilizo:  http://www.elmundo.es