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‘FACTUM-ARTE’ DIGITALIZA LAS OBRAS CON ESCÁNERES

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En el libro Las ciudades invisibles de Italo Calvino aparece Zirma, la ciudad en la que de todas las cosas, siempre hay al menos dos: ciegos duplicados que gritan a las multitudes, locos redundantes asomados a las cornisas de todos los rascacielos, pumas que se repiten mientras les pasean las muchachas. Quizás haya poco en Zirma pero lo que hay se multiplica como si estuviera en una sala de espejos. Y cuando el visitante deja atrás sus muros, la recuerda.

La realidad sin embargo es, ¡ay!, mucho más austera y lo que hay, sobre todo si se trata del patrimonio cultural y artístico, no es inmune al paso del tiempo ni a la mano del hombre: envejece, enferma, desaparece… Las pinturas pierden parte de sus colores, las esculturas su fortaleza, los conjuntos monumentales se desperdigan entre museos. O caen en manos de especialistas como los que se dice que frotaron las esculturas que Lord Elgin había mandado arrancar de la Acrópolis de Atenas con cepillos de púas de acero para que se vieran más blancas.

Nuestra intención es añadir valor a la obra original, no es ese concepto tan habitual de una reproducción en serie o de una falsificaciónY no estamos en Zirma, aquí no hay dobles que hagan de la pérdida algo remediable. ¿O quizás Calvino intuyó el futuro?

Desde el mes de abril el poderoso faraón Tutankamón dispone de dos tumbas en el Valle de los Reyes en Luxor (Egipto). La primera tiene unos 3.000 años de antigüedad y antes de la primavera árabe era visitada por unos mil turistas al día, condiciones para las que obviamente no fue construida y que llevaron al Consejo Supremo de Antigüedades egipcio a anunciar su cierre por razones de conservación, aunque a día de hoy sigue abierta. La otra, junto a la casa de Howard Carter, de las mismas dimensiones, texturas y colores pero fabricada en fibra de vidrio y resina en una nave del madrileño barrio de Ciudad Lineal.

La primera albergó el cuerpo del difunto en su camino al más allá. La segunda sorteó todo tipo de obstáculos muy propios del más acá -accidentes de coche, la densa burocracia, el calor, el polvo del desierto-, para que la morada eterna original pueda seguir siéndolo.

El mundo duplicado

Factum Arte es la madre de la tumba, una empresa española que desde el año 2001 se dedica al desarrollo y uso de tecnologías de escaneado digital en dos y tres dimensiones en alta resolución y a la producción de facsímiles para la preservación del patrimonio cultural y artístico. Las oficinas centrales están en Madrid, con sedes en Londres, Bolonia y Milán, y han trabajado con muchos de los museos más importantes del mundo: el Museo del Prado, el Museo Británico, el Reina Sofía, el Louvre, el Pérgamo, la Biblioteca Nacional…

La idea de Factum es a priori sencilla: digitalizan las piezas con escáneres, transformando las cualidades del relieve de una obra como el color, tono o brillo, la esencia de la superficie, el alma si se quiere, en datos digitales en alta resolución. Una transformación virtual que asegura que la información de la obra vivirá, en principio, para siempre.

Después entran en juego los artesanos digitales que procesan estos archivos para una posible vuelta al mundo material a través de diferentes soportes como la famosa impresión 3D u otras tecnologías llamadas de fresado. La posibilidad de que el arte no sea sólo recordado, como la ciudad de Zirma, sino que pueda ser disfrutado en el futuro en caso de que el original no sobreviva el camino. Pieles nuevas, facsímiles tan convincentes que sólo se distinguen de los originales si se les toca. Algo que, por supuesto, sólo puede hacerse con copias.

“Nuestra intención es añadir valor a la obra original, no es ese concepto tan habitual de una reproducción en serie o de una falsificación. En nuestro caso el facsímil es único y para un fin muy concreto: razones de conservación, de repatriación de objetos disgregados, la devolución de objetos a su contexto original… Al final se pone tanto esfuerzo, tanta tecnología y es necesario tanto conocimiento del original que el resultado no lo menosprecia, digamos, sino que permite que la propia originalidad de la obra sea algo fructífero y que genere otras obras también con interés”, explica Carlos Bayod, arquitecto y director del departamento de escaneado láser tridimensional de Factum Arte.

La visión de Lúcida

La idea, decíamos, es fácil pero en la práctica gran parte de los escáneres,software y sistemas de impresión necesarios para esta doble transformación virtual-material no existen y han tenido que ser desarrollados ex profeso. En el caso de la tumba de Tutankamón, por ejemplo, adaptaron los sistemas de digitalización para trabajar en las reducidas dimensiones de la cámara sepulcral del faraón -por no hablar del polvo o el calor que hacía allá dentro-, lo que les condujo a Lúcida, un escáner láser 3D desarrollado por el artista Manuel Franquelo, co-fundador de Factum Arte.

Con Lúcida han digitalizado la tabla El Triunfo de la Iglesia sobre la Idolatría de Rubens y el Hereford Mappa Mundi“Lúcida es un sistema más ligero, fácil de transportar y capaz de obtener información sobre cualquier superficie ya sea muy reflectante como el metal, una obra muy oscura, o con mucho brillo…”, explica Bayod, que trabajó junto a Franquelo en su desarrollo. Generalmente, el equipo utiliza dos sistemas: los llamados escáneres de luz blanca que captan los volúmenes de esculturas y los tipo láser, parecidos a los lectores de códigos de barras de los supermercados, que utilizan en el caso de pinturas.

Con Lúcida han digitalizado la tabla El Triunfo de la Iglesia sobre la Idolatríade Rubens en el Museo del Prado y el Hereford Mappa Mundi, el mapa medieval más grande de Inglaterra que vive resguardado en una vitrina que sólo se abre un par de días al año en la catedral de la ciudad de Hereford. Y si sale adelante la nueva fase del trabajo en la Necrópolis de Tebas, Lúcida viajará a Egipto para trabajar en las tumbas de Seti I y Nefertari, éstas sí cerradas al público por razones de conservación.

La documentación y una posible reproducción en forma de facsímil de estas tumbas sería “una buenísima noticia para el turismo en Egipto”, según Bayod. “De momento estamos en conversaciones con su gobierno pero va a ser necesaria la colaboración de más entidades para sacar adelante la financiación de un proyecto como éste”, añade.

Y siguen sus invenciones. En colaboración con el escultor indio Anish Kapoor desarrollaron una impresora 3D en cemento que al perecer tuvo un efecto curioso: aunque estaba programada para seguir un cierto recorrido, al ir depositando el cemento fresco, éste experimentaba sus propias leyes, la gravedad hacía que se deformara y al final se encontraron con una mezcla entre ordenada y caótica. Para imprimir la obra del fotógrafo ruso Boris Savelev idearon una impresora plana multicapa en color capaz de trabajar con varias capas de impresión, una especie de imprenta Photoshop, dando imágenes con más textura.

El taller de Leonardo

Factum Arte cuenta con unos cuarenta empleados entre ingenieros, arquitectos, desarrolladores de software, pintores, escultores, historiadores, doradores… Un auténtico taller como el de Leonardo da Vinci donde la ciencia se mezcla con el arte, la ingeniería… Tecnologías punteras conviviendo con técnicas artesanales tradicionales.

Para Adam Lowe, su director y fundador: “El trabajo realizado es el resultado de una constante investigación basada en el supuesto de que la originalidad no es un estado fijo sino un proceso, que cambia y se profundiza con el transcurrir del tiempo. La importancia de una obra de arte se pone de manifiesto por su capacidad para reflejar la evolución de las ideas y valores que condicionan su apariencia y la forma en que la percibimos”.

La exposición Las artes de Piranesi que recientemente se exhibió en el CaixaForum de Madrid, refuerza este concepto de originalidad. Los tecnólogos-artistas esculpieron escrupulosamente consoftware de modelado digital un buen número de objetos – candelabros, trípodes, sillas, chimeneas, adornos, apliques, jarrones…- que el artista Piranesi concibió en bocetos pero nunca llegó a ver materializados.

No hablamos pues de copias, sino de originales que sólo existían en forma de grabados y en la mente del artista materializados varios cientos de años después.

Otro ejemplo representativo es el facsímil de Las bodas de Caná del pintor italiano Paolo Veronese. El original cuelga en la misma sala que La Gioconda en el Museo del Louvre. No obstante, su primera morada fue el convento de San Giorgio en Venecia, donde permaneció unos 200 años hasta que fue robada por Napoléon durante la Campaña de Italia. Los expertos digitalizaron el original y después fabricaron el facsímil de manera que el conjunto original puede hoy contemplarse tal y como fue concebido en la mente del artista. Pero sabiendo, también, que se trata de una copia.

Fuente:

http://www.elconfidencial.com

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Todo el arte cabe en un libro

*La Fundación Juan March reúne 118 obras impresas reconvertidas en objetos artísticos

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Raymond Queneau hizo poesía triturando un poema. En Cent mille milliards de poèmes, publicado por Gallimard en 1961, el lector puede fabricarse su propia composición alterando a placer el orden de los versos. Cada línea recortada es un verso suelto, disponible para ser combinado con cualquier otro. Es uno de los 118 objetos artísticos de la exposición Libros (y otras publicaciones) de artista (1947-2013), que puede visitarse en la Fundación Juan March, en Madrid, hasta el 30 de agosto. ¿Y qué es un libro de artista? “Son el resultado de lo que los artistas hacen con libros, sobre libros, en torno a libros, para o contra los libros”, escribió Guy Schraenen, que analizó esta corriente que se expandió en los sesenta aunque tenga su origen en experimentos anteriores.

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Podría decirse que es el resultado de la apropiación por parte de un artista de un objeto que había sido confinado a una finalidad (la lectura). Picasso, Chillida, Dalí o José Guerrero son algunos de los que frecuentaron el género, y que figuran en la muestra. “El libro de artista surge cuando entra en crisis cierta idea tradicional del arte, y los artistas creen que tienen que usar otros circuitos y otros formatos, que van más allá del cuadro”, explica Manuel Fontán, director de exposiciones de la fundación y organizador de la muestra. Schraenen considera que resultan esenciales dentro del arte del siglo XX porque evidencian nuevas ideas: “el ambiente rupturista de los años sesenta, con sus ideas de democratización, difusión pública y universal del arte”.

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Un libro de artista es Emblemas, con poemas de José Ángel Valente y serigrafías de Antonio Saura (publicado en 1979), pero también la caja de madera con serigrafías de Manuel Millares editado por el Museo de Arte Abstracto Español en 1971, el minúsculo libro de Willem de Kooning,Collected writings, impreso en Nueva York en 1988, o la obraLa depresión en España, un informe sanitario de 1988 modificado por el artista experimental Fernando Millán.

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Entre 1981 y 1983, Millán tachó cada día páginas del libro (intervino sobre cinco ejemplares del ensayo). No era su primera vez, pero quizás fue la más drástica. “El primer radicalismo en la transformación del primer libro La depresión en España por su correspondiente tachado es el paso de un libro para leer a un libro para contemplar. El autor, sin abandonar la materia primaria verbal, crea un objeto estético visual que incluye cualidades plásticas características en la pintura y la objetivización del espacio propio de la escultura y arquitectura”, reflexiona la profesora del departamento de Lenguas extranjeras del Georgetown College, Laura López Millán, en el volumen publicado en 2012 por ediciones La Bahía con una tirada de 300 ejemplares. El número 299 es el que se incluye en la muestra de la Fundación Juan March.

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Una parte importante de los fondos expuestos procede de las bibliotecas de Julio Cortázar, donada por su viuda Aurora Bernárdez en 1993, y de Fernando Zóbel, incorporada cuando la fundación asumió la gestión del Museo de Arte Abstracto de Cuenca, una de las primeras instituciones consagrada a las nuevas corrientes artísticas creada durante la dictadura por iniciativa de Zóbel. A la biblioteca del autor de Rayuelapertenecen, entre otros, los Discos Visuales de Octavio Paz o lel Cent mille milliards de poèmes, de Queneau. A la de Zóbel corresponden la colección Descubrimientos en Millares 1671, las serigrafías de Millares sobre arqueología incluidas en una caja de madera, o Ardicia, libro de aguafuertes de Pablo Palazuelo y José Miguel Ullán. Destaca, también, la colección de revistas Derrière le Miroir dedicadas a artistas como Alexander Calder, Jean-Paul Riopelle o Pol Bury y algunas piezas creadas por Dalí, Chillida, Guerrero y Picasso.

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Fuente:

 

http://cultura.elpais.com